EL MEDIO VINALOPÓ. UN PAISAJE CON CARÁCTER
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El Medio Vinalopó es un territorio cercano, pero lo suficientemente lejano para que a sus ricos paisajes rurales no les esté afectando la masificación, ni el ruido o el estrés
Los pasajes que hemos escogido para introducir el Medio Vinalopó son una muestra, a nuestro entender, del fuerte carácter de este territorio: del valor de su gente, sus diferenciados recursos naturales y culturales y sus paisajes productivos. Es un territorio difícil; dirigido a quienes identifican la fuerza de los ocres y se dejan atrapar por los paisajes erosivos; que gustan de recorrer castillos, ramblas y saladares, en silencio; capaces de apreciar la intensa labor de adaptación a un medio sediento: los antiguos pantanos, las minas de agua, los parats, las boqueras.
Una tierra para disfrutar una vez terminada la estación estival; a no ser para asistir a las fiestas patronales, degustar su rica gastronomía o refugiarse en las casas rurales de sus sierras privilegiadas. Dedicada a un visitante que reconoce la necesidad de las fábricas de zapatos, de embutidos o especias, de las canteras de mármol y las bodegas, pero que a la vez exige la participación ciudadana en la planificación de esos espacios y en la defensa de ese territorio.
Cercano y suficientemente lejano
El Medio Vinalopó es un territorio cercano, pero lo suficientemente lejano para que a sus ricos paisajes naturales y rurales no les esté afectando la masificación, ni el ruido o el estrés. Y ello en un territorio en el que los núcleos más alejados (El Pinós, Algueña, Hondón de los Frailes y El Fondó de les Neus) se localizan a escasos 45 minutos del puerto de Alicante y del Altet, sexto aeropuerto nacional con más de 10 millones de pasajeros el pasado año (AENA, 2015). En el que los enclaves urbanos más poblados (Elda, Petrer, Monòver, Novelda, Aspe y Monforte del Cid) están muy bien comunicados por autovía o carretera nacional con importantes centros emisores de turistas, como Murcia, Valencia y Madrid (que cuenta con AVE directo a Alicante). Además, la comarca se halla en la salida más rápida al mar de los vecinos de Albacete; y a una distancia de entre media y una hora de los principales destinos turísticos del litoral alicantino. Unas conexiones bien estructuradas para el transporte privado, aunque con significativas deficiencias identificadas para el transporte público (Ortuño Padilla, 2016).
Aún siendo, pues, el Medio Vinalopó un territorio muy transitado, sus paisajes interiores gozan de gran sosiego ¿A qué se debe esta singularidad? Uno de los motivos estriba en la coincidencia temporal y las preferencias: el período de mayor afluencia de visitantes a los núcleos costeros limítrofes, los meses de junio a septiembre, son los menos recomendados, por la temperatura, para hacer salidas al campo en la zona que nos ocupa ¡y en ello el mar no tiene rival! A lo que habría que añadir la nula cooperación en materia turística entre los municipios del litoral y el cercano interior; así como otras causas de política e identidad locales (Martínez Puche, 2008; Hernández Hernández y Martínez Puche, 2016).
En ese período estival, el Medio Vinalopó ofrece los atractivos del turismo urbano (visitas y actos culturales, compras de especialidades locales, etc.), del turismo gastronómico y las actividades propuestas por algunas casas rurales protegidas entre entornos montanos de gran belleza. Pero el resto del año el Medio Vinalopó es un territorio a descubrir.
Un paisaje a compartir, que ofrece múltiples posibilidades
Paisajes activos y vividos. La geología, y por extensión la geomorfología, es, sin duda, uno de los grandes atractivos del Medio Vinalopó, de tal forma que la comarca es un extenso GeoParque. Un espacio que ofrece una lectura continua de los últimos 230 millones de años de historia de la Tierra, tomando como primeros referentes formaciones tan coloridas como El Cabeçó de la Sal (El Pinós), Los Algezares de Aspe y Salinetes, en Petrer y Novelda.
Una interpretación del paisaje que debe seguirse con mapas geológicos, apoyados en la lectura de textos científico-didácticos, que nos permiten entender cómo se formaron, y erosionaron, montañas tan emblemáticas como las sierras del Maigmó y del Sit, Algaiat y la Penya Grossa, Salinas, Reclot, Les Pedrisses, la Umbría y el Alto de Cámara, Bolón, la Horna,€ o hitos paisajísticos singulares como Beties y el monte Coto, con sus canteras de mármol, las dolinas y la cueva del Gigante del Cabecó de la Sal, el Arenal de l´Almorxó, las grandes fosas tectónicas de Elda-Monòver, de Agost-Monforte del Cid, de La Romana-Aspe y de Hondón de los Frailes-El Fondó de les Neus o el área endorreica del Pla Mañá-Fondó (Olcina Cantos at el., 2007; Amat Montesinos et al., 2008).
Sin olvidar los recorridos, de altísimo interés, por sus encajadas ramblas y barrancos: Puça, L´Almadrava, Caprala, la Melva, el Derramador, el Charco, el río Salado, Bateig, Vitia, Upanel, Tarafa€ y un largo etcétera; en donde analizar con detalle la acción erosiva del agua en un medio en el que, actualmente, las precipitaciones oscilan entre 300 y 400 mm anuales, con tormentas de fuerte intensidad horaria (Olcina Cantos et al., 2007). Las zonas de badlands, los procesos de piping, los regueros y las cárcavas en continua formación son un auténtico laboratorio en activo. Como el recorrido por el río que designa a la comarca; tan rambla, que no se le puso nombre en los mapas hasta finales del siglo XVIII ¡Pero cuán interesante su función en el regadío histórico!
Este paisaje activo está poblado por especies vegetales como el lentisco, el palmito, el madroño, carrascas, pino carrasco y piñonero, la encina, el cantueso, el espino negro, el esparto, el tomillo, el romero, la jara, el brezo, el aladierno; y, en los espacios húmedos, el carrizo, las adelfas y los tarayales, entre otras. Entre ellas se esconden los conejos, las ardillas, las comadrejas, los jabalíes, los zorros y poblaciones de arruí y muflón, introducidas hace escasos años. Estas especies comparten el hábitat con perdices, cernícalos, mochuelos, búhos reales, águilas perdiceras y el cuervo piquirojo, entre otros muchos. En las zonas más húmedas del entorno del río Vinalopó se encuentran cigüeñuelas, fochas comunes y anfibios diversos. Una diversidad que invita a realizar excursiones por la amplia red de senderos de pequeño o gran recorrido (GR-7), a disfrutar de los Lugares de Interés Comunitario, como la sierra de Salinas, la serra de Crevillent, el Paisaje Protegido del Maigmó-Serra del Sit o el Arenal de l´Almorxó; y a descansar en las instalaciones recreativas forestales, como las disponibles en Petrer, Aspe, Monforte del Cid y El Pinós (Generalitat Valenciana, [s.a.] y 2007).
Paisajes habitados ya en el Paleolítico Medio
Además de por su riqueza natural, el Medio Vinalopó se ve favorecido por la diversidad y amplitud cronológica de su patrimonio cultural. El recorrido por la larga secuencia de ocupación del territorio se inicia en el yacimiento del barranco de la Coca (Aspe), datado en el Paleolítico Medio; al que seguirá la visita de las cuevas Dels Calderons (La Romana) y del Rollo (El Fondó de les Neus), habitadas, al menos, en el Paleolítico Superior (Hernández Pérez, 2005). Pero ello sin perder la visión de conjunto del corredor del Vinalopó que nos proporcionan otros asentamientos cercanos, también para el período Mesolítico o la secuencia neolítica (Jover Maestre y García Atienzar, 2014).
La Edad del Bronce, con El Tabayá y La Horna de Aspe como referentes, se encuentra muy bien representada (Hernández Pérez, 2009-2010), así como los períodos íbero –en que destaca el Monastil de Elda-; romano – la mansio Aspis, que posiblemente coincide con el yacimiento de Los Baños en Monforte del Cid (MARQ, 2016)- y visigodo –de nuevo el Monastil de Elda-. Todos ellos ampliamente descritos en las excelentes publicaciones realizadas por los investigadores que trabajan en la comarca. Estos recorridos por los paisajes habitados se enriquecen con las explicaciones que nos proporcionan los museos municipales de Novelda, Elda, Petrer ("Petrer se viste de luna"), Monforte del Cid y Aspe, de visita obligada.
Pero con todo, lo que atrae el interés del visitante es la historia de los castillos medievales –declarados Bien de Interés Cultural- de Petrer, Elda, Monòver i Xinorla, la Mola de Novelda, el Aljau y del Río en Aspe y los escasos restos del de Monforte del Cid, así como los trazados medievales de estas villas, en las que la población morisca era mayoritaria (Jover Maestre y Navarro Poveda, 2004; Segura Herrero, 2009). Monumentos a los que se añade una larguísima lista de Bienes de Relevancia Local, entre los que destacamos la arquitectura religiosa de todos los pueblos de la comarca, numerosos paneles cerámicos, edificios modernistas (incluida la casa-museo de Novelda), los casinos de Monòver, Novelda y Elda y la casa-Museo Azorín de Monòver, etc. (Generalitat Valenciana, 2016). Riqueza cultural en los núcleos urbanos que no puede desligarse de la del medio agrario, que nos ha legado un riquísimo patrimonio asociado a la organización del parcelario y la gestión del agua.
Paisajes de piedra y agua
Son tan detallados los estudios que se han realizado, de campo y archivo, que no queda ni un sistema de riego por catalogar y analizar (Rico Navarro et al., 1997; Hermosilla Pla, 2007; Pérez Medina, 2007; Marquiegui Soloaga, 2013). Huertas históricas, redes de acequias, balsas comunitarias, minas de agua, molinos harineros, aljibes, pantanos, presas, azudes, boqueras, parats, acueductos,€, son tan variados los elementos singulares, que se necesitan varios meses para visitarlos. Y a la par, los sistemas de bancales a los que se asociaba el riego: conocer su modo de construcción, los cultivos, los canales de comercialización de los productos€; o –de gran interés- las casas y heretats dispersas por los términos municipales en las que, hasta bien entrado el siglo XX, vivieron familias de agricultores. Partidas rurales, y sus correspondientes edificaciones, como La Gurrama, Caprala, La Navayol, entre otras repartidas por todos los pueblos, son exponentes muy bien conservados que mantienen todavía la memoria de sus antiguos habitantes, cuanto menos, desde el siglo XVI. Así como Casas del Señor, Cañada de Don Ciro, La Romaneta, Xinorlet, Madara, Encebras, Rodriguillo, Culebrón, y un largo etcétera de núcleos habitados de menor extensión, pero con un rico pasado.
Recorrer, tranquilamente, estos parajes, leer su documentada historia, hablar con sus amigables vecinos, es una forma sencilla de conocer a su gente y poder apreciar las cualidades de este territorio tan vivido.
Paisajes productivos y Turismo de compras
Unos paisajes tan vividos, tan trabajados, que, además de los elementos patrimoniales asociados al cultivo de la tierra, no podemos dejar de reconocer sus productos. Los más emblemáticos en la actualidad, y que aportan belleza al paisaje,: las cerezas de los valles de Petrer, los albaricoques y melocotones; los olivares y almendros y, sobre todo, la vid, tanto para uva de mesa (con Denominación de Origen Protegida, Uva de Mesa Embolsada del Vinalopó) como para producir el vino por el que los municipios de El Pinós, Petrer, Monòver, Algueña, Hondón de los Frailes y Novelda se han integrado en la turística y tan recomendable Ruta del Vino de Alicante.
Como interesante es conocer las características de la explotación de las canteras de mármol, gracias a una exposición permanente en la Oficina de Turismo de El Pinós. En donde podemos asistir al festival de teatro greco-latino en una cantera restaurada. O la espectacular vista desde Algueña, que no puede expresarse de mejor forma: "su monumentalidad, la altitud de los perfiles de la explotación, su amplia visibilidad y el color luminoso de sus blancos cortados" (Escandell Jover y Pedraz Penalva, 2008: 125). Un paisaje productivo que no nos deja indiferentes.
Y practicar el turismo de compras, de proximidad, como los zapatos y bolsos de Elda y Petrer, de gran prestigio internacional. Actividad que debe ampliarse con una visita al Museo del Calzado de Elda, en el que conocer la evolución de su proceso de fabricación desde el siglo XIX hasta nuestros días. Turismo de compras que ayuda al desarrollo local, especialmente en los pueblos de menor tamaño, en los que adquirir sus especialidades, como el famoso embutido de Algueña, El Pinós y La Romana; los dulces y pastas de todos los pueblos de la comarca (tonyes, sequillos, suspiros, rajadillos, rotllos d´aiguardent, perusas,€), al igual que el vino, el anís, las especias y el aceite de producción local, entre otros muchos productos típicos.
Paisajes de Fiesta y Gastronomía
Gastronomía y Fiesta, con mayúscula. Porque el paisaje urbano adquiere un gran colorido, el de los trajes de Moros y Cristianos, celebraciones de Petrer, Elda, Novelda, Monforte del Cid y Aspe. Tan bulliciosas y sonoras, tan alegres, como sentidas son las fiestas patronales de cada pueblo y sus romerías, destacando la peregrinación a la Cueva de San Pascual, en Monforte del Cid, el traslado del Cristo del Monte Calvario o les Carasses de Petrer, els Nanos i Gegants de Monòver, la Jira de Aspe, la Semana Santa de Novelda, etc. Así como la elevación de globos aerostáticos y "correr la traca", tradiciones seculares recuperadas recientemente en Elda, y sus fiestas de Fallas, las más meridionales que se celebran en la Comunidad Valenciana.
Unido al territorio, y a los momentos festivos, la Gastronomía: arroz con conejo y caracoles, facegura, gazpachos, gatxamiga, la borreta, els alls i giraboix€, unos sabores intensos que degustar en los bares y restaurantes de la comarca. Para todo tipo de paladares y preferencias: tranquilos y escondidos -entre las sierras- o urbanos y concurridos, siempre asociados a una buena compañía.
Muy interesantes son las posibilidades que nos ofrecen los paisajes del Medio Vinalopó, pero, sobre todo, la de tratar a su gente. Amigable, cariñosa y muy orgullosa de su territorio. Un territorio que presenta limitaciones en su oferta hotelera, que necesita promoción y comercialización de sus productos turísticos, incrementar su visibilidad en la web, mejorar la gestión del destino. Todo ello es cierto. Pero sus habitantes reclaman que sea apostando por un turismo sostenible, que considere la fragilidad del medio, que priorice la participación ciudadana en la toma de decisiones, que fomente el transporte público, las visitas informadas, los establecimientos que opten a etiquetas de calidad€
¿Y si conseguimos mantener el territorio para aquellos a quienes nos gustan los ocres?
Fuente: Levante-EMV