En una carta conservada en el Archivo Municipal fechada en Fontcalent el 3 de julio de 1843, Felipe Mallol, comisario de Seguridad y Protección de Alicante, se dirigía al alcalde segundo (primer teniente de alcalde) José Minguilló y Calbo indicándole los motivos por los que había impuesto sendas multas de cien reales de vellón a José Soler y Tomás Nadal. Minguilló le había pedido al comisario explicaciones al respecto, dejando en suspenso las multas hasta recibirlas.
Mallol comenzaba explicando a Minguilló «que (desde) hace tiempo es escandaloso el juego del canet en las partidas de La Alcoraya y El Rebolledo ocasionando la ruina de varias familias».
Según el Diccionari Català-Valencià-Balear, el canet es un «joc de cartes en què el qui les dóna es queda amb la primera que gira, i els altres jugadors poden apostar sobre cadascuna de les que es van girant a partir de la segona, i en què, cada vegada que es gira una carta d’igual valor que una de les girades anteriorment, el banquer guanya les postes que hi ha a favor d’aquesta, si no és que aquesta sigui la del banquer, car en aquest cas el banquer ha de pagar totes les postes». De aquí vendrían expresiones como «fer canet de cul» (arruinarse) o «tenir canet en ple» (ver cumplidos los deseos manifestando alegría).
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo denomina «sacanete», derivándolo del juego de naipes francés «lansquenet», que a su vez vendría de la palabra alemana «landsknecht». La RAE nos dice que se trata de un «juego de envite y azar, en que se juntan y mezclan hasta seis barajas; y después de cortar, el banquero vuelve una carta, que será la suya, y la coloca a la izquierda; vuelve otra, que sirve para los puntos, y la pone a la derecha, y sigue volviendo nuevos naipes hasta que salga alguno igual a uno de los primeros, que es el que pierde».
Como en el resto de juegos de naipes en los que se mezclan las apuestas con el azar, en el canet se pueden realizar trampas si el jugador es diestro en esas malas artes. Si mezclamos estas argucias con el alcohol y las apuestas no es de extrañar que muchas de estas timbas acabaran en riñas, peleas y hasta crímenes. Quizás por esto la expresión valenciana «haver-hi un canet de trenta mil dimonis» haría referencia a una pelea o desorden multitudinario. En 1842 el Ayuntamiento de Alicante había publicado un «Bando de Buen Gobierno», en cuyo artículo 115 prohibía los juegos en tabernas y establecimientos similares.
En la carta antes mencionada, el comisario Mallol explicaba además que le era imposible sorprender a los jugadores puesto que instalaban puestos de vigilancia en los alrededores, avisando a los jugadores de canet de la llegada de la autoridad. Ante esta circunstancia, el comisario decidió enviar a los diputados de El Rebolledo y La Alcoraya a los garitos de sus respectivas partidas con el fin de sorprender a los jugadores. La jugada, nunca mejor dicho, le salió bien. El diputado de El Rebolledo sorprendió a varios jugadores en plena timba de canet en la Taberna de José Soler y en la Venta de Tomás Nadal, en las que además se vendía y consumía alcohol, algo prohibido en esos días de Pascua.
Para sorpresa del diputado, los jugadores de El Rebolledo «haciendo befa de dicho diputado continuaron jugando». Enterado Felipe Mallol dio parte al alcalde Miguel Pascual de Bonanza y, con fecha 7 de junio de 1843, éste le autorizó a imponerles una multa de 100 reales de vellón a los dueños de los garitos y la que estimase oportuna a los jugadores. Pero Soler y Nadal consiguieron del alcalde tercero (segundo teniente de alcalde) Antonio Sirvent una demora en el pago de quince días. Pasado con creces ese plazo, fueron a ver al mencionado alcalde segundo José Minguilló «a fin de dejar ilusorio el castigo».
Mallol terminaba añadiendo que José Soler «es de los sujetos de más mala conducta que tengo en el distrito y apenas se comete fechoría en que no esté metido». Además «por no trabajar, puso una taberna donde reúne el peor de cada casa de dentro y fuera del término».
Para que nos hagamos una idea de lo que se cocía en estas timbas, cuarenta años después el inspector de Orden Público de Tarragona descubrió una partida ilegal de canet en una taberna a las afueras de esa ciudad. Detuvo a veintiocho personas, aprehendiéndose de un puñal y seis cuchillos esparcidos por el suelo; en la mesa se encontraron cuarenta y siete naipes usados, cuatro pesetas en monedas de plata y cincuenta céntimos en calderilla. En la sentencia posterior, además de las multas, se decomisaron los naipes y se pusieron a la venta, con cuyo dinero y el incautado se pensaban cubrir parte de las responsabilidades.
Una semana después del escrito del comisario Felipe Mallol, el Ayuntamiento fue suspendido a raíz de los acontecimientos políticos del país en aquel año de 1843, cesando en su cargo José Minguilló. Quizás por ello no se conserve en el expediente la respuesta que Mallol le solicitó para conservar su autoridad. Y si los taberneros de El Rebolledo pagaron la multa ya es un misterio.