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LA 'PATÀ' DE SAM JAUNT, LA HERRADURA Y LA CRUZ

Huella del Caballo del Santo

En el viaje profundo por Font-calent nos acompañan dos personas excepcionales, dos seres únicos. La máxima autoridad de la partida, el alcalde pedáneo Vicente Carbonell Pastor, empleado de la sociedad Aguas Municipales de Alicante, hombre delgado, de brío vegetariano, sin alcohol ni tabaco, con verbo sosegado, muy atento y dispuesto a todo. Y Andrés Pastor Pastor, Andrés el Montagut, un tigre de Malasia jubilado más activo que un rayo, que acaba de cumplir ochenta años y acabará agotándonos, dejándonos atrás cada vez que salimos y también cuando hablamos o cuando nos reímos. Ellos nos descubrieron que Font-calent se distingue de La Canyada en un borroso límite que demarca un sendero en cueros. Y que nadie se pone de acuerdo a la hora de calcular matemáticamente su país.

Si aquella casa ya está en El Rebolledo o aquella nube paga contribución en San Vicente o Alicante. Una tarde, después de comer en El Pintat dos kilos de paella y un buen lote de tarta, 'Vicente y Andrés nos descubren los primeros secretos de esta Arcadia, misterios esenciales, de tipo religioso, creyente. Dando vueltas y vueltas, igual que un colibrí, aunque siempre seguro, Andrés se encorva delante de la desaparecida Casa Roja, muy cerca de la ermita de La Canyada, y, escarbando entre cantos y pastos, nos revela dos símbolos preciosos de la imaginería popular alicantina: la Patà de Sant Jaume o Santiago y la huella de la herradura de su caballo. La primera, grabada en una piedra oculta, celosamente guardada junto a un matorral de esparto. Una pisada de gran tamaño, aproximadamente de la talla 48, aquella que gastaba Agamenón en un tebeo; una marca de una significación devota, puramente cristiana, con plantilla y tacón. Y muy cercana a ella, a unos cuarenta metros, la Patada del Cavall de Santiago, otra piedra cubierta que, en consonancia con la anterior, conserva la moldura impresa de la herradura de un bestial rocinante, con una curva gigantesca, a juego con la bota de su jinete. Según Andrés, "fa més de 80 anys [hace más de 80 años]" que representa el surco del caballo del santo, y en este lugar preciso se cerraban hasta hace poco muchos tratos sobre ganado.

La cruz imborable

Hace más de ochenta años porque es la edad de Andrés, sherpa de la partida, museo itinerante. Quizá trescientos, quinientos... Vete a saber. Más allá, al otro lado de la ronda que desciende hasta la cementera de San Vicente, también se localiza la Piedra de la Cruz, un aspa de iconografía piadosa que nadie encontraría, porque apenas se ve. Labrada en la faz de un granito enorme, en forma de asteroide, aupado en la peana de un círculo de tejas, la leyenda verbal, ninguna vez escrita, dice que aquí se apareció la virgen y que la cruz, tan inocente como un corazón de enamorados sobre un chopo, nadie puede borrarla. Ni siquiera picándola o atizándole golpes, lo que suelen hacer bastantes trogloditas.

Fuente: El sorprendente reino desconocido. La magia de las Partidas Rurales de Alicante

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